Primero de todo, muchas gracias por compartir el escrito Estoy totalmente de acuerdo con él. Como opinión personal comprendo que un artista tenga derecho a ganarse la vida, pero hasta un cierto punto y igual que cualquier otro, sin diferencias, manipulaciones o estafas.
No duermo desde mayo. Concretamente, desde mayo de 2009, fecha de la creación de la Ley Sinde, una pauta de la Ley de Economía Sostenible propuesta por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Supuestamente, la nueva normativa tiene como propósito enfrentar la crisis que atraviesa España, pero me inquieta mucho uno de los cambios que propone: el que afecta directamente a la Ley de Propiedad Intelectual; de hecho, me alarma y me desvela en especial la brillante idea del señor Zapatero de cerrar las webs y las empresas relacionadas con la piratería.
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En primer lugar, no pretendo ofender a nadie, es más, me sorprende de forma grata todo este altruismo heroico surgido, de repente, por parte del Gobierno. Por un lado, suena realmente muy esperanzador para los artistas de nuestro país y del extranjero que su libertad de expresión se vea suprimida, que su salario se mantenga prácticamente igual, mientras las ganancias de sus productores se duplican, y que, encima, su mercado tenga que limitarse. Obviamente, no me estoy refiriendo a artistas superventas, como, por ejemplo, Beyoncé, que embolsa 1.038.882.353 dólares estadounidenses al año, lo que vendría a ser 4.155.529 al día; no, me refiero a aquellos pequeños artistas indefensos y muchas veces poco conocidos. Pero, por el otro lado, piensen lo alegre y multicolor que nos suena a todos nosotros, los espectadores, acostumbrados a nuestra dosis de cultura gratuita en el sofá de casa y a ahorrar hasta el último centavo que nos permite nuestra humilde clase media. Desde luego, señor Zapatero, nuestra economía mejorará con la Ley Sinde.
En segundo lugar, esta ley me causa repulsión, ya que su origen es turbio y corrupto. Fue realmente un shock para mí, descubrir en Wikileaks que la ley ha sido redactada y gestada a partir de las fuertes presiones de los lobbys estadounidenses (suerte que queríamos mejorar España), todos ellos representantes importantes de las industrias audiovisuales. Según esta web de filtraciones, además, las empresas a las cuales representan son grandes y poderosas, no pequeñas y necesitadas; y solo pretenden defender sus intereses, aunque sea a costa de arrastrar los derechos culturales de los ciudadanos españoles.
En tercer lugar, la Ley Sinde ha pasado por alto dos cuestiones. El primero, es que aunque exista una “lista negra” controlada por la Comisión de la Propiedad Intelectual que incluya todas aquellas páginas web piratas, ¿qué harán con las webs extranjeras? Supuestamente, bloquearlas, pero eso a mí me recuerda al régimen de un país muy grande y comunista llamado China, vamos. Cuándo busquemos “descargar gratis” en Google, ¿no nos saldrán resultados de la búsqueda? El caso es que algunas webs españolas, como Seriesyonkis, ya han informado que se mudarán a direcciones sudamericanas, donde el control de nuestro gobierno no podrá alcanzarlas. En realidad, no importa lo que hagan las autoridades; siempre habrá manera de transgredir la ley, lo cual nos lleva al segundo gran descuido: no está claro qué se penalizará y qué no. Por un lado, las páginas de la “lista negra” serán penalizadas, cómo Megavídeo y Megaupload, pero, ¿qué pasa con todos aquellos enlaces con contenido con copyright? ¿Y si Wikipedia contiene un enlace que no debería mostrarnos? ¿Nos quedaremos sin enciclopedia online también? Es un desastre.
Pero bueno, no sé mucho sobre política y quizás me equivoco, así que, antes de meter la pata, prefiero continuar con la problemática de la piratería. Para empezar, toda la ley anterior se basa en el hecho de que la piratería está arruinando a todo el sector audiovisual, pero sorprendentemente eso no es así, al menos, no del todo. Si fuera tan extremadamente nociva para el sector no habría tantos grandes personajes a favor, por ejemplo. Alex de la Iglesia considera que son necesarias las propuestas imaginativas y creativas para el futuro del cine y afirma que Internet es la salvación. Y sorprendentemente, Fernando Évole, consejero delegado de la empresa Yelmo que gestiona 415 pantallas de cine en España, afirma que el número de espectadores ha crecido desde que Internet es legal de forma complementaria. Aunque, por supuesto, no todos piensan de forma tan positiva, como es el caso de Enrique González Macho, distribuidor y exhibidor de productos multimedia, que alega que “si no hay respeto a los derechos de autor no van a existir los autores. El todo gratis es imposible”.
Y, les sorprenderá, pero estoy de acuerdo con este señor. Los artistas y los trabajadores merecen un sueldo digno, como todo el mundo; los consumidores a su vez merecen calidad, garantía y legalidad. Además, todo este presupuesto gubernamental que se gasta en persecución y publicidad anti pirata lo pagamos, al fin y al cabo, los mismos consumidores piratas. Y, encima, con nuestra consumo financiamos a todas estas mafias que después nos quitan el sueño, como me ocurre a mí ahora mismo. Pero prueben ustedes de reconvertir en vegetariano a un perro que ha probado la carne. Difícil, ¿no?
¿Dónde estaban el gobierno y las grandes empresas multimedia cuando surgió la piratería informática en 1971? ¿Dónde están todas estas tiendas con productos legales (especialmente en los pueblos)? ¿Y las bibliotecas? ¿Y las videotecas? ¿Por qué son tan caros los productos? ¿Por qué debo acumular soportes y trastos en mi casa en vez de obtener cultura desde mi PC? ¿Por qué debo usar el coche o el transporte público cada vez que deseo un producto? ¿Por qué debo ver una película o una serie con doblaje, si yo deseo subtítulos? ¿Por qué en los videoclubs hay tan poca variedad? ¿Por qué descatalogan libros y películas interesantes en los sitios “legales”? ¿Por qué en otros países, cómo Holanda, no existe la piratería y en cambio hay precios más razonables? Por qué, por qué…
En conclusión, el gobierno y las empresas audiovisuales pueden, si así lo desean, bloquear y eliminar las webs; pueden mantener o reducir el precio en las tiendas y pueden obligarnos a crear piratería alternativa. Pero lo que desde luego pueden, y es más, deben es buscar soluciones reales, factibles y beneficiosas para todos: consumidores y distribuidores. Y, sobre todo, organizarlas bien, no mediante leyes confusas y desconocidas para la mayoría. Porque yo ya veo que no dormiré hasta 2012, año del apocalipsis, como vi hace poco en una película por Internet.